De niños nos contaban la historia de la Mancarita, una mujer que, desesperada porque su bebé no dejaba de llorar, lo tomó por los pies y lo golpeó contra una piedra, arrojando luego el cadáver al río. Cuando murió, Dios la condenó a vagar por el borde de ríos y quebradas, con un costal al hombro, hasta que recolecte todos los huesos del pequeño. Se dice que le falta encontrar la falange del meñique de la mano izquierda. Recuerdo también una mañana en que unos primos, para evitar los trabajos de la finca, se escabulleron loma abajo, hacia la quebrada, para subir después, con rostros pálidos como papel, pidiendo que por favor les pusieran oficio. Al preguntarles qué les pasó decían: — La Mancarita! La Mancarita! Nos asomamos todos al borde de la loma, y efectivamente, abajo, por la quebrada, avanzaba una anciana de largo cabello blanco, con un costal al hombro. Pero no era la Mancarita: era una señora recogiendo leña. Respiramos aliviados, pero poco imaginaba yo que la verdad...
Comentarios
Publicar un comentario
Hola! Tu mensaje aparecerá muy pronto, gracias por escribir.