Crónica: La verdadera Mancarita


 

De niños nos contaban la historia de la Mancarita, una mujer que, desesperada porque su bebé no dejaba de llorar, lo tomó por los pies y lo golpeó contra una piedra, arrojando luego el cadáver al río. Cuando murió, Dios la condenó a vagar por el borde de ríos y quebradas, con un costal al hombro, hasta que recolecte todos los huesos del pequeño. Se dice que le falta encontrar la falange del meñique de la mano izquierda.


Recuerdo también una mañana en que unos primos, para evitar los trabajos de la finca, se escabulleron loma abajo, hacia la quebrada, para subir después, con rostros pálidos como papel, pidiendo que por favor les pusieran oficio. Al preguntarles qué les pasó decían:

— La Mancarita! La Mancarita! 

Nos asomamos todos al borde de la loma, y efectivamente, abajo, por la quebrada, avanzaba una anciana de largo cabello blanco, con un costal al hombro. Pero no era la Mancarita: era una señora recogiendo leña. Respiramos aliviados, pero poco imaginaba yo que la verdadera Mancarita agitaría en mí otro tipo de miedos.


Se llama Luz Marina Bernal, y en el año 2008 tuvo que desplazarse desde Soacha, un barrio popular en Bogotá, capital de Colombia, hasta Ocaña, un lejano municipio al norte del país en donde se tuvo que enfrentar, al tiempo, a una verdad y a muchas mentiras.

La verdad: le informaron que allí se hallaba el cadáver de su hijo.

La primera mentira: uno de los fiscales de Ocaña encargados del caso la mira de manera irónica y le pregunta si es que no sabía que su hijo de 23 años era parte de una banda de extorsionistas que azotaba a los comerciantes de la región.

Luz Marina se queda mirando al fiscal, sin saber qué responder, como si no fuera a ella a quien le estuvieran hablando. Como si no fuera acerca de su hijo, sino de el hijo de alguien más. El fiscal sonríe, piensa que ha desarmado por completo a la mujer.

Entonces Luz Marina le responde: Acaso no sabían ellos que su hijo tenía la capacidad mental de un niño de diez años, por una meningitis que le redujo al 53% su capacidad de aprendizaje?


La sonrisa del fiscal desaparece instantáneamente.


Fair Leonardo Porras Bernal fue presentado como una baja de combate en el municipio de Ocaña, a donde fue llevado con engaños y promesas de una oferta laboral inexistente. Cuando Luz Marina tenía cinco meses de gestación, fue atropellada por un automóvil y el bebé nació prematuro al mes siguiente con una parte del cerebro desprendido. Además de la discapacidad cognitiva, Fair Leonardo tampoco podía usar su mano y pierna derechas. Aún así, los asesinos no tuvieron inconveniente en plantar en la mano derecha del cadáver una pistola.


El lugar del presunto combate fue un cultivo de tomates en donde ni una sola planta resultó dañada. El análisis balístico determinó que le dispararon en la cara mientras estaba arrodillado al frente de sus victimarios. 


El análisis forense realizado en Ocaña reportaba nueve impactos, pero cuando el cuerpo fue trasladado a Bogotá y cuatro años después Luz Marina logró que se realizara una segunda autopsia, varios de los huesos impactados habían desaparecido, por lo que no se pudo confirmar los hallazgos del primer análisis. 

  

La procuraduría hizo todo lo posible para que el caso no fuese considerado un crimen de Lesa Humanidad, poniendo en duda las circunstancias del delito. Sin embargo, luego del largo proceso judicial se resolvió declararar culpables a un mayor, un teniente, un cabo y tres soldados profesionales por el asesinato y la puesta en escena del supuesto combate. 


La fiscalía no se explica cómo en el traslado desde Soacha hasta Bogotá pudieron desaparecer algunos huesos de Fair, pero Luz Marina, que ha enfrentado desde amenazas de muerte hasta la disolución de su familia a partir de la tragedia, tiene claras sus intenciones:  "Lucharé para hallar hasta el último hueso de mi hijo".


Esta moderna Mancarita se asemeja a la del mito en que sólo recuperando la totalidad de los restos, la totalidad de la verdad, encontrarán la paz. Pero se diferencia de ella en que Luz Marina es víctima, no victimaria. Y los victimarios son, paradójicamente, aquellos a quienes la nación les confió el monopolio de la fuerza, el uso de las armas, para protegernos a todos: nuestro ejército nacional.


Cuando en mi adolescencia leía sobre las atrocidades del régimen de Videla en Argentina, que llevó a la creación de la asociación de las madres de la plaza de Mayo, admiré la tenacidad de esas mamás y abuelas y agradecí, en mi ingenuidad juvenil, que esa violencia ya había pasado, que era asunto de otras épocas, que vivíamos en un mundo civilizado donde nada de eso volvería a suceder, y dormía tranquilo. 


Pero la Mancarita volvió para llenar mi sueño y mi vigilia con la advertencia de que la crueldad humana no entiende de épocas históricas, ni de regiones, que no podemos bajar la guardia ante los abusos de poder que son los hijos de la desigualdad social. Poco importa que hace siglos se justificara por algún tema religioso, hace décadas por uno político y hoy en día por una simple operación comercial y de acumulación de riquezas.


Hoy en Colombia las Madres de Soacha lideran la búsqueda de la verdad y la reparación en el escabroso caso de los 6402 falsos positivos, cifra que cada año se incrementa con nuevos y macabros descubrimientos.  Y a pesar de que cada uno de esos falsos positivos tiene nombre y cédula, nos enfrentamos a la manipulación mediática de la opinión pública, con argumentos tan soterrados como que “son sólo un invento de la izquierda”.


A veces escribir es una forma de resistencia, ó, al menos, una forma de contrarrestar el lavado sistemático de nuestra memoria colectiva.

 

Escribo esto porque no quiero nunca que alguien desdibuje de mi memoria el diario horror que representa saber que soy contemporáneo, en tiempo y espacio, de un de una clase dirigente que dirigió por décadas un gobierno que asesinó a los más débiles de su propio pueblo.


Nota: Esta crónica la escribí como un ejercicio de mi grupo de escritura creativa. Los datos, fechas y conversaciones fueron consultados del siguiente artículo periodístico:

"Lucharé para hallar hasta el último hueso de mi hijo"

https://www.elespectador.com/investigacion/luchare-para-hallar-hasta-el-ultimo-hueso-de-mi-hijo-article-558232/


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Comentarios

  1. Aveces pienso que Colombia una maldición, desde la colonia es una secuencia de masacres, pero con escenarios diferentes.

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